Daniel Lara Sánchez
“La animación no es ilusión de vida… es la vida misma”
Chuck Jones, animador estadounidense
“Los árboles gritan de dolor al morir,
pero tú no puedes oírlos”
Moro Kami (diosa liba), en La Princesa Mononoke
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Fotograma de la cinta
El viaje de Chihiro |
Presentación
El cine de
animación tiene una historia larga y rica a nivel mundial que le ha hecho
merecedor de admiradores y denostadores por igual. Los dibujos animados, como
arte y expresión humana, han enriquecido en general al medio cinematográfico y
a la vida del ser humano. La animación ha creado personajes y situaciones que
se han vuelto parte de la cotidianidad, sobre todo en la sociedad occidental:
iconos animados son los reyes de la mercadotecnia y los medios de comunicación.
Al cine de animación se le ha visto como evasión, entretenimiento infantil,
creador y transmisor de ideología o como pretexto para crear y aplicar
estrategias educativas. En el presente texto, justificaremos por qué el cine de
animación, por una parte, no sólo es un medio consumido por niños y una forma de
entretenimiento; y por otra, cómo puede ser utilizado como herramienta de
educación ambiental (EA) en estudiantes universitarios.
Hacia el
final, construiremos una propuesta en ese sentido.
La animación: arte, comunicación… ¿y educación?
“Mamá, ese edificio se está quejando”
Chihiro, en El viaje de Chihiro
Muchos de
nosotros, quienes hemos vivido en la sociedad occidental, seguramente crecimos
viendo dibujos animados, ya fuera en una inmensa pantalla de cine o en la
pequeña de algún televisor a color o blanco y negro. Varios recordarán cuando
lloraban o se emocionaban viendo alguna película de la casa Disney en la gran
pantalla o cuando reían con las aventuras locas e ilógicas del Pato Lucas o de
Pedro Picapiedra en la sala de su casa. O cuando las lágrimas hacían su
aparición después de sufrir con aquellas series animadas japonesas que más
parecían telenovelas, como Remi o Heidi. Las mal llamadas “caricaturas”
(el término correcto es “dibujos animados” o simplemente “animación”, dado que
la caricatura es un género periodístico que se distribuye en medios impresos y
que no cuenta con la ilusión de movimiento) estuvieron presentes durante gran
parte de nuestra infancia.
Sin embargo
la animación, en su origen, no estaba
pensada para niños. Ya desde antes de su incursión en el medio cinematográfico,
los personajes animados protagonizaban historias inocentes, pero creadas para
la diversión del público adulto. Una vez que los dibujos animados llegaron a
formar parte del cine (aquí recordamos a los primeros actores de papel que
conformaron el star system en la
animación, sobre todo norteamericana: El gato Félix, Betty Boop, Mickey Mouse,
Oswald el conejo, Mutt y Jeff, Tom y Jerry, Bugs Bunny, Woody Woodpecker y
otros más), sus cortometrajes cumplían con la función de entretener al público
adulto antes de la proyección de los largometrajes en acción real. Incluso, los
primeros largometrajes animados, a pesar de que hoy podamos verlos llenos de
inocencia, canciones cursis y personajes azucarados, en su momento estuvieron
pensados para públicos diversos y no solamente el infantil: sólo habrá que
recordar la escena de los árboles del bosque en Blanca Nieves y los siete enanos, las desgracias que vivía en Dumbo el elefante que daba nombre a la
película o la muerte de la mamá del pobrecito Bambi.
Los dibujos
animados fueron etiquetados como entretenimiento para niños cuando, a finales
de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado, llegaron a la pantalla
chica y se convirtieron en simple pasatiempo infantil sabatino o diurno.
Entonces, muchas series animadas fueron producidas con baja calidad e historias
simples y predecibles y, por lo tanto, la animación como medio comenzó a perder
prestigio y a ser arrinconada en las pantallas televisivas. En esos días, considerar
a la animación como una herramienta educativa era poco menos que un sacrilegio,
toda vez que a los medios en general, pero en especial a la televisión se les
veía, en los círculos académicos, como medios enajenantes, ideologizantes e
idiotizantes (aunque en muchos casos fuera verdad). Esta opinión incluía, por
supuesto, a las mal llamadas “caricaturas”.
Sin
embargo, hacia finales de los 80 y principios de los 90, la animación
experimentó un proceso de revaloración no sólo entre el público, sino incluso
en la crítica cinematográfica y hasta en los medios académicos, debido a, sobre
todo, tres factores: el surgimiento de la serie televisiva Los Simpson, que mostró que podía hacerse animación para televisión
crítica e inteligente; la resurrección de los estudios Disney que, muy
lentamente empezaron a dar variedad a sus historias y a mejorar de manera
impresionante la calidad de sus animaciones; y el auge ya innegable e imparable
del animé, es decir, la animación
japonesa, con toda su frescura en guiones, diseño de personajes y estilo de
animación. En esta última corriente, el estudio Ghibli, dirigido por Hayao
Miyazaki, tomó la delantera. El surgimiento e innovación de la animación
computarizada a partir de los 90 vino a completar el cuadro. Hoy en día, el
género cinematográfico con más impacto en taquilla y recepción en casi todo el
mundo es, precisamente, la animación.
Y si bien
el cine en general ha sido casi desde sus orígenes considerado como un medio
para educar (aunque no fue creado con tal intención), poco a poco el cine de
animación fue tomado en serio también como un recurso didáctico dentro y fuera
de las aulas. Sin embargo, casi siempre ha sido utilizado como una herramienta
educativa para los niveles escolares básicos, toda vez que, a pesar de que en
la actualidad la animación vuelve a dirigirse a todo tipo de público (el animé en general, por ejemplo, no
es un medio infantil), sigue cargando con el estigma/prejuicio de ser
considerado “entretenimiento para niños”.
La
propuesta que intentamos construir en este texto está enfocada en el uso del
cine de animación como un recurso didáctico de educación ambiental, pero para
estudiantes universitarios, específicamente de la carrera de Comunicación.
Sobre esto profundizaremos en el siguiente acápite.
La licenciatura en Comunicación: Del prejuicio a la
propuesta
"La Tierra es impresionante. Estas son
granjas, así se llaman, los humanos metían semillas en la Tierra, vertían agua
en ellas y crecía la comida, como pizzas."
Diálogo pronunciado en Wall-E
Nuestra
propuesta de educación ambiental basada en el cine de animación está planeada y
será aplicada en estudiantes del noveno semestre (agosto-diciembre 2012) de la
carrera de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la
UNAM. Sobre la o las razones de la propuesta, lo más fácil sería contestar que
quien esto escribe ahí labora. Pero hay más, las cuales intentaremos exponer a
continuación.
La carrera
de comunicación en general, y a pesar de ser una de las que tienen mayor
demanda en México, es vista en varios círculos académicos y especialistas en
otros campos como una licenciatura sin mayor exigencia académica. Se piensa, en
general, que el futuro comunicólogo sabe de todo y de nada a la vez. Que el
objeto de estudio de la carrera ni siquiera está bien definido. Que la
especialización del comunicólogo hace que su formación sea, paradójicamente,
dispersa y vaga. Que el perfil del egresado en comunicación es poco claro. Que
la licenciatura en sí es una combinación extraña entre la antropología, la
sociología y otras ciencias sociales. Que es una sociología de segunda. Y que
los alumnos de comunicación son, en general, flojos y desconectados del mundo
real. (Esto último, en algunos casos, es desafortunadamente cierto).
Nosotros
pensamos que la comunicación en general, desde el punto de vista epistémico,
debe ser una disciplina social en construcción, enfocada en formar egresados
interesados y preparados en generar estrategias comunicativas y contenidos para
los medios de comunicación acordes con las necesidades del mundo actual.
Egresados, además, con una formación crítica y humanista que les permita
analizar los hechos comunicativos en cualquier contexto y a cualquier nivel.
En la FES
Acatlán, el plan de estudios actual de la carrera de comunicación tiene,
ciertamente, un sentido humanista y crítico. Sin embargo, desde nuestra
perspectiva como educadores ambientales, pensamos que falta una dimensión
fundamental: la relación de la comunicación, actividad inherente al ser humano,
con el cuidado del medio ambiente pero, sobre todo, la generación de
estrategias y contenidos comunicativos tendientes a actuar de manera firme,
decisiva e inmediata para impactar positivamente en la construcción de
soluciones para la crisis ambiental global que aqueja al planeta, consecuencia
a su vez de una crisis del modelo de desarrollo neoliberal imperante en la
sociedad occidental.
En otras
palabras, pensamos que el comunicólogo, puede y debe interesarse por las
consecuencias de la crisis ambiental por la que atraviesa nuestro mundo y
actuar en consecuencia. Y, dado que el plan de estudios de la licenciatura no
contempla de manera explícita esta idea, nuestra propuesta está centrada en
aplicar una serie de estrategias educativas al respecto, dentro de la materia
que actualmente impartimos: Seminario de Cultura de Masas.
La crisis ambiental y la crisis comunicacional como
crisis civilizatorias
“Lo de hoy es el cambio climático”
Syd, en La Era de Hielo
Para nadie
(o casi nadie) es un secreto que, desde finales de los años 80 del siglo
pasado, el neoliberalismo, fase superior del capitalismo, se ha instaurado en
el planeta casi de manera global. Este modelo de desarrollo se ha construido
fundamentalmente sobre los siguientes pilares: el progreso, el crecimiento, la industrialización,
la urbanización, el consumismo, el cientifismo y la occidental/americanización
de la sociedad (Ramírez, 1997: 128-129).
Toledo (2000: 17), lo expresa así: “La explicación […] se encuentra en la
proliferación y puesta en práctica de los principios enunciados por el
neoliberalismo: apertura comercial indiscriminada, mercantilización de todos
los recursos naturales, disminución de la inversión pública y los subsidios
estatales, privatización o desmantelamiento de los servicios sociales, destrucción
del campesinado y de las culturas indígenas del mundo, fin a las políticas de
seguridad y autosuficiencia alimentaria de los países, etc.” Esta cosmovisión
neoliberal ha ocasionado una forma de vida global poco respetuosa y sí
depredadora del medio ambiente y la naturaleza. Los recursos naturales son
explotados de manera irracional sin tomar en cuenta las necesidades de futuras
generaciones.
Enfrentamos, como especie, una problemática inédita que ha puesto en peligro el
equilibrio ambiental del planeta, con consecuencias injustas: los países
“desarrollados” son quienes principalmente depredan los recursos naturales y,
casi siempre, quienes terminan pagando los platos rotos, son los países o
comunidades “en desarrollo” (léase “pobres”).
El cambio climático, la afectación de la capa de ozono, el desperdicio y
contaminación de recursos hídricos, la pérdida de la biodiversidad y el
deterioro de múltiples ecosistemas, la pésima calidad del aire que se respira
en las sociedades industrializadas, la urbanización acelerada y poco planeada,
el crecimiento exponencial del tránsito vehicular con todas las consecuencias
que trae, son síntomas de esta crisis ambiental, consecuencia de un modelo
civilizatorio materialista/industrial.
Aparejada con la problemática ambiental, se presenta una crisis en la
mentalidad occidental, o lo que el filósofo Edgar Morin ha llamado “la
psicoesfera”. Y puntualiza: “Los ancianos se abandonan a la muerte, inactivos,
los jóvenes se suman al alcoholismo y es posible ver a niños de cuatro años
emborrachándose con cerveza. Las mujeres, que sustituyeron sin transición el
pescado y la carne por las farináceas y las golosinas, se han vuelto obesas. La
antigua comunidad ha quedado destruida y no se ha construido una nueva. El
altruismo ha dado paso al egoísmo. Un antiguo modo de vida, un antiguo mundo de
vida, ha muerto. El bienestar doméstico ha llegado, con el alcoholismo, la
droga, el aburrimiento”. (1993: 96). Toledo (2000: 8-9) complementa con la
afirmación de que existe una paradoja en la sociedad global actual: mientras la
tecnología se ha desarrollado de tal forma que ayuda a incrementar la
durabilidad de la vida humana y permite que los seres humanos estemos más
comunicados, los valores y formas de convivencia se han deteriorado gravemente,
dando paso al individualismo y la búsqueda del bienestar y la comodidad
personal. Algo sobre lo que Lipovetsky ha profundizado de manera documentada.
(1995: Capítulos III y IV).
Dentro de esta crisis de mentalidad, los medios de comunicación y los sistemas
educativos occidentales han desempeñado, desafortunadamente, un papel
determinante. La escuela se ha convertido, en muchos de los casos, en una
institución conservadora y fomentadora de los valores neoliberales, mientras
que los medios, al ser fundamentalmente empresas capitalistas, son manejados
por empresarios a quienes difícilmente les interesa el respeto por el medio
ambiente, o la formación de personas críticas, porque ello afecta su modo de
vida, basado en el sostenimiento del modelo civilizatorio imperante.
Basta con revisar con mirada crítica los contenidos de la mayoría de los
medios actuales en México (o en casi cualquier parte del mundo, gracias a la
Internet) para darnos cuenta de que, en los medios plegados al poder político y
económico, o que incluso forman parte de él, predomina una visión poco
comprometida con los problemas urgentes que enfrenta la humanidad, en especial,
la crisis ambiental.
El cine y la animación, como medios de comunicación, están sujetos casi
siempre a las leyes del mercado y a perpetuar en sus contenidos los mismos
valores. Enfocándonos en lo que aquí nos interesa, es interesante revisar la
historia de la animación y encontraremos que, durante gran parte de la misma,
han sido pocas las producciones animadas enfocadas en generar no sólo crítica o
conciencia social, sino especialmente, una preocupación genuina por los
problemas ambientales. Salvo algunas cintas producidas por la industria de
animación japonesa, casi no había mención a estas situaciones. Fue hasta inicios
del presente siglo cuando, dada la gravedad de la crisis ambiental, el cine de
animación en general comenzó a tocar estos temas. Y es precisamente cuando la
animación comenzó a ser considerada como un medio idóneo para educar
ambientalmente, como lo proponemos a continuación.
Nuestra propuesta
“¿Acaso no saben por qué el agua buena es pura?
¡Porque los árboles la purifican! ¿Y ustedes quieren cortarlos?”
Nausicaä, en Nausicaä, Valle del viento
Una vez que hemos establecido que el cine de animación es un medio pensado
no sólo para niños y que puede ser considerado como una herramienta efectiva de
educación ambiental, detallaremos brevemente nuestra propuesta de trabajo en
estudiantes del noveno semestre de comunicación de la FES Acatlán.
Como se mencionó líneas arriba, las actividades didácticas propuestas se
trabajarán en la asignatura de Seminario de Cultura de Masas, materia optativa
dentro del plan de estudios de la carrera. Pensamos que esta materia es ideal
para llevar a cabo nuestra propuesta por diversas razones:
·
Se trata de una asignatura que los alumnos cursan en su último semestre de
estudios, es decir, a punto de egresar, y es más probable que los conocimientos
obtenidos y las reflexiones generadas las mantengan más frescas una vez que
salgan de la universidad y se integren al mercado laboral (si lo logran).
·
Es una materia que, como su nombre lo indica, se trabaja como Seminario, es
decir, la reflexión grupal en clase es fundamental para una mejor construcción
del conocimiento. En educación ambiental, es importante la reflexión
comunitaria sobre los problemas ambientales.
·
El contenido programático de la materia se presta para incluir en ella
contenidos ambientales. Dado que en Seminario de Cultura de Masas se reflexiona
precisamente sobre cómo el capitalismo y la industrialización han generado las
industrias culturales y, por lo tanto, la propia cultura de masas, la
asignatura permite integrar contenidos que inviten a los alumnos a reflexionar
no sólo en ello, sino en cómo el mismo modelo de desarrollo también generó la
crisis ambiental.
·
Dado que la materia pertenece al plan de estudios de comunicación, es
importante que los casi comunicólogos comprendan y reflexionen sobre la
utilidad social/ambiental que pueden tener los medios, en especial el cine de
animación, y sobre la responsabilidad social del egresado de la carrera en la
construcción de una sociedad sustentable.
Básicamente, nuestra intención didáctica consiste en guiar la reflexión de
los alumnos acerca de la crisis ambiental y las posibilidades de un
comunicólogo de actuar ante ella desde su profesión a partir de las siguientes
líneas de acción, es decir, objetivos particulares:
1.
Mostrar a los alumnos cómo el modelo civilizatorio neoliberal ha generado
la crisis ambiental global y la crisis en la mentalidad/psicoesfera.
2.
Reflexionar sobre cómo los medios de comunicación masiva han desempeñado un
papel de reproducción y sostenimiento del modelo civilizatorio actual.
3.
Proyectar en el aula cortometrajes animados y escenas de largometrajes de animación
que muestren las consecuencias de la crisis ambiental y posibles alternativas a
la misma, en especial, la construcción de una sociedad sustentable.
4.
A partir de las películas de animación mostradas en el aula, generar
discusión acerca de cómo el comunicólogo puede, desde su profesión y a partir
de su responsabilidad social, proponer acciones para actuar ante la crisis
ambiental global.
5.
Motivar a los alumnos a usar la animación como un medio de educación
ambiental y a proponer contenidos al respecto.
Para el logro de nuestros objetivos, diseñaremos actividades específicas
para los alumnos, como:
a)
Lecturas dirigidas y sus correspondientes controles de lectura, los textos
leídos serán varios que expongan la crisis ambiental y sus consecuencias, de
autores como Víctor M. Toledo, Edgar Morin y Gilles Lipovetsky, entre otros.
b)
Análisis de contenidos de medios masivos de comunicación, a partir de
cuestionarios y otros instrumentos, que permitan descubrir el papel desempeñado
por los medios en el sostenimiento del modelo civilizatorio neoliberal.
c)
Cuestionarios con preguntas de reflexión sobre las películas de animación
proyectadas en el aula y sus contenidos sobre la crisis ambiental y las
posibilidades de construcción de una sociedad sustentable.
d)
Grupos de discusión sobre la responsabilidad del comunicólogo, desde su
profesión, en la construcción de una sociedad sustentable.
e)
Diseño de formas simbólicas (guiones para cortometrajes de animación y
otros), por parte de los alumnos, que detonen reflexión sobre la crisis
ambiental y alternativas a la misma.
Discusión
“Que gane el azul, que pierda el rojo, que pierdan los dos y que muera el perdedor. De todas formas,
mañana ambos estarán muertos”
Abuela Oraku, en La guerra de los
mapaches
La crisis/problemática ambiental global, como resultado de una crisis en el
modelo civilizatorio neoliberal, es una realidad innegable y que demanda
soluciones y acciones desde todos los campos del conocimiento humano. Entre
ellos, la educación y la comunicación.
La educación ambiental es uno de los medios más importantes para enseñar a
las personas cuáles son las causas de la crisis ambiental global y sobre la
necesidad de proponer y construir a la sustentabilidad como un modelo de
desarrollo alternativo, respetuoso de la naturaleza y del propio ser humano. La
educación ambiental se encuentra en las aulas de todos los niveles educativos,
pero también en la educación no formal, y por lo tanto, puede ubicarse también
en los medios de comunicación masiva.
El cine de animación, como medio de comunicación con un gran impacto en
públicos de todas las edades, puede ser usado como herramienta de educación
ambiental no sólo para niveles educativos básicos, que es como normalmente se
utiliza, sino también en el nivel universitario. En este artículo, hemos
intentado resumir nuestra propuesta de trabajo para alumnos de la FES Acatlán,
UNAM, estudiantes de la carrera de comunicación, con la firme convicción de que
son ellos quienes, al egresar, pueden marcar una diferencia si llegan a laborar
en los medios de comunicación, generando reflexión y contenidos acerca de la
necesidad de atacar la problemática ambiental y de construir un modelo distinto
de convivencia, basado en la sustentabilidad.
El educador ambiental tiene ante sí un reto ineludible, y en cada aula que
pise, en cada grupo de alumnos con quienes trabaje, en cada ámbito de su
desarrollo profesional, debe dejar una huella diferente, comprometida con el
medio ambiente, tanto la naturaleza como las relaciones con el ser humano.
Nuestra propuesta es sólo un grano de arena más en el intento de superar ese
reto. Y de construir, en un futuro muy lejano, un futuro mejor.
Referencias
Landa, Rosalva, Brenda Ávila y
Mario Hernández (2010) Cambio climático y
Desarrollo Sustentable para América Latina y el Caribe. Conocer para comunicar,
México, British Council, PNUD México, Cátedra UNESCO-IMTA, FLACSO México.
Lipovetsky, Gilles (1995) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo,
Barcelona, Anagrama.
Morin, Edgar (1993), Tierra Patria, Barcelona, Cairos.
Ramírez Beltrán, Rafael T.
(1997) Malthus entre nosotros: Discursos
ambientales y la política demográfica en México 1970-1995, México,
Ediciones Taller Abierto/Universidad Pedagógica Nacional.
Toledo, V. M. (2000) “Universidad y sociedad sustentable. Una propuesta
para el nuevo milenio”, en Revista Tópicos
en Educación Ambiental, Volumen 2, Número 5, Agosto, pp. 7-20.
------------- (2003)
“Modernidad y ecología: las múltiples dimensiones de la crisis planetaria”, en
Boada y Toledo, El planeta, nuestro
cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, México,
F.C.E., pp. 113-136.
Para comprender con profundidad la importancia de las
universidades en general y su papel en la construcción de una sociedad
sustentable, recomendamos la lectura del artículo de Víctor M. Toledo (2000:
pp. 7-20).
Para una mejor comprensión de la crisis o problemática ambiental
global, cfr. Toledo, Víctor Manuel, (2003: 113-136), así como Landa, Ávila y Hernández (2010).