martes, 31 de julio de 2012

Editorial (Núm. 189, julio-septiembre, 2012)


En esta ocasión la edición 189 de Caminos Abiertos seleccionó algunas Ponencias que se presentaron en el marco del III Coloquio Nacional de estudiantes y egresados de programas académicos de Educación Ambiental, realizado en Mazatlán, Sinaloa, los días 22 y 23 de junio de este año.

 Así, comenzamos con el Discurso de Inauguración por parte de Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, y continuamos con una serie de ponencias con temas diversos: una sobre Biodiversidad y cultura escrita de Alejandro Barrera Retana; luego, sobre la intervención en educación Ambiental reflexionan  Nancy Benítez Esquivel, Alma Lilia Cuevas Nuñez  y María Edith Corona Escalante.

Otra reflexión importante es la realizada por los académicos de la Universidad de Guadalajara, Karin Balzaretti Heym, Cinthya Araceli López López y Carmen Yolanda Quintero Reyes sobre la evaluación curricular de un programa de Maestría.

Seguimos con la narración de dos experiencias en educación Ambiental: una como estudiante de una Maestría a cargo de Alma Rosa Suárez Ruiz, y la otra, una experiencia con un huerto escolar de Yadira Guadalupe Olvera De la Garza, realizada en una escuela de Reynosa, Tamaulipas.

Cerramos las ponencias con una reflexión de Aida Luz López Gómez, sobre Educación Ambiental e interculturalidad, además de un análisis de la relación entre Educación ambiental y las fiestas y tradiciones en la comunidad Wixarika en El Nayar, Nayarit por parte de Fabiola Yutmilla Zepeda Mardueño, Gilberto González Rodríguez y Víctor M. González Bernal.

La estafeta y la antorcha: III Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas Académicos de Educación Ambiental*


Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán
El agua, entre los álamos,
pinta la hora, no el paisaje;
su rostro desleído entre las manos
copia un aroma, un eco…
(Colgaron al revés
ese cromo borroso de la charca,
con su noche celeste tan caída
y sus álamos hacia abajo,
y yo mismo, la cabeza en el agua
y el pie en la nube negra de la orilla.)
Llega —¿de dónde?— el tren;
corazón—¿de quién?— alargado,
oscuro y próspero, la vía
nos lo plantea = algo
más allá del alcance de los ojos.
Terremoto: llorando demasiado
los sauces salen al camino
como mujeres aterrorizadas.
Incendio: la luna, viento frío,
arrastra el humo de las sombras
hasta detrás del horizonte.
En el bosque, con tantos mármoles,
no queda sitio ya para las ninfas:
sólo Eco, tan menudita,
tan invisible y tan cercana.
Sólo una memoria sin nexo:
“cuéntalas bien
que las once son”.
Luego el castigo de la encrucijada
por el afán de haber querido
saber a dónde llevan todos los caminos:
1, al pueblo; 100, a la ciudad; 1000, al cielo;
todos de ti y ninguno a ti,
a tu centro impreciso, alma,
eje de mi abanico de miradas,
surtidor exaltado de caminos.
El agua, entre los álamos…
Gilberto Owen,
Poeta del grupo de los Contemporáneos,
nacido en el Rosario, Sinaloa
Estimados miembros del Presídium, maestros – maestras, educadoras y educadores ambientales, amigos todos, muchas gracias por apostar por el bien vivir y estar aquí en el Puerto de Mazatlán.
Tengo dos referencias, un tanto literarias, para iniciar estas palabras, la primera tiene que ver con el origen de lo que estábamos pensando cuando, en el 2007 decidimos iniciar las invitaciones para realizar el I Coloquio Nacional de Estudiantes y Egresados de Programas Académicos. Más bien tengo que decir ( para disculpar a mis compañeros de la Unidad) en que estaba pensando. Lo digo rápido y sin pudor: en la Semana de la Novela Negra en Gijón España. Sucede —para el que lo desconozca— que nuestro querido Paco Ignacio Taibo II, se le ocurrió hace muchísimo tiempo (más de quince años) congregar a los compañeros del gremio de escritores a que durante la última semana de julio de cada año, se reunirán a presentar libros, realizar mesas redondas, dar conferencias, premiar novelas, dialogar sobre cine negro y un largo etc. En la ciudad referida de Asturias, España, siempre la última semana de julio. Como sucede que en todo el mundo hay relato policiaco el evento llega, aproximadamente, a 73 mil visitantes en los que durante una semana se focalizan en el tema de policías , ladrones, cuartos cerrados con asesinato, cartas perdidas, etc. Todavía no somos tantos pero ahí vamos. La segunda referencia literaria la diré al final, si me lo permiten.
Son dos décadas las que se cumplen este año (1992- 2012) en que los Programas Académicos de Educación Ambiental se convirtieron al Posgrado, en un contexto—el de los noventa del siglo pasado en México— en que los conceptos de calidad, la evaluación, excelencia y formación docente ya sentaban sus reales en el Sistema Educativo Nacional. De todos ellos nosotros nos quedamos y lo seguimos haciendo con el de formación docente; hay que prepararse con los maestros para que los demás indicadores sucedan, se potencien y mejoren; se podrá evaluar a los maestros si y solo si se les forma, podrá aspirar a la calidad educativa, si y solo si, se les capacita a los docentes, podremos soñar con la excelencia y ser de las mejores educaciones del planeta, si y solo, si acompañamos institucionalmente a los docentes en sus procesos formativos. Digo más: solo podremos aspirar a educar en competencias (u otras propuestas teórico pedagógicas) cuando los maestros alcancen claridad y conciencia de que ese es el rumbo y lo asuman profunda y críticamente.
Pero sucede que la formación es necesaria no solo para maestros y educadores ambientales sino para otras disciplinas científicas. Por eso es necesario asomarnos a otras ventanas de desarrollo científico. El maestro Francisco Galván en 1985 daba cuenta de como en la Sociología en México, se ponderó, por sobre lo demás la formación y después la investigación en este campo social.
Hay quien ha sostenido que una disciplina social ( interdisciplina o indisciplina, para seguir a Marcos Reigotta en el caso de la educación ambiental),puede subsistir privilegiando la investigación. Por muy importante que sea la investigación, resulta insuficiente para tal efecto. El nivel teórico que debe alcanzarse y constituirse, y los cuadros científicos que influyen en esa tarea son también el resultado de la profesionalización, es decir, de la formación docente; de aquí que sin dejar de lado la importancia de la investigación (empírica general, teórica e histórico-concreta) afirmamos que un conjunto de teorías aparecen como institucionalizadas, solo a partir de que hay institutos de educación superior (universidades , escuelas superiores y tecnológicos ) que cuentan cuando menos con una esfera docente. (Todo campo de conocimiento debe contar) con una historia, que tiene que ver con la precisión del objeto y así con su propia definición; con una estructura conceptual propia que le distingue de otros saberes y le permite asimilar o no las distintas influencias teóricas. Esta historia tiene que ver con las influencias reciprocas y complejas entre la realidad viva y el pensamiento social-teórico, pero también con el proceso de institucionalización.
El mismo Sociólogo Galván asegura que estos son los tres criterios indispensables para entender un campo de conocimiento, como en nuestro caso es la educación ambiental: el desarrollo teórico, el histórico y el institucional. En los tres criterios los ahora convocados y presentes aquí en este bello puerto, tenemos mucho que decir en ponencias, talleres, paneles, visitas y platicas informa; es en los dos días por venir.
La historia no esta dada. No es un destino inevitable. Somos historia, porque estamos llamados a reflexionar, estudiar nuestras intervenciones a hasta llamarlas teoría (simples, provisiónales y de transición, como cualquier otra) y pertenecemos, a perpetuidad como es mi caso, a un Programa Académico, que nos alimentó y albergó en una parte importante de nuestra formación.
Estos, ha sido algunos de nuestros credos en estos cuatro lustros formar maestros, educadores ambientales y formarnos ambientalmente con ellos. Pero tenemos otros: nos tocó, primero en suerte y luego por convencimiento pleno, formar en educación ambiental. El inevitable destino de la educación ambiental será generalizarse, sólida y contundentemente por necesidad de sobrevivencia de la especie, por lo que cada vez será más necesario relacionar en forma local y global las crisis ambiental con todas y cada una de las acciones cotidianas que marcan nuestro estilo de vida como especie: qué comemos, porqué vestimos como vestimos, porque creemos en lo que creemos, que aspiramos, que envidiamos, que deseamos, porque estamos tan convencidos de nuestras mentiras, que tipo de participación tenemos, como reconstruimos nuestro entorno desde nuestros sentidos y concepciones, qué tipo de entretenimiento tenemos, como nos transportamos, como consumimos el agua, por quién votamos. Y preguntarnos insistentemente: ¿Este es el único sendero posible como especie? ¿Qué otras formas de entendernos y de relacionarnos con el entorno con el apellido de sustentabilidad (o sin él) están apareciendo como alternativas en planeta?
Para encontrar respuestas, decidimos romper el cerco institucional de nuestro Programa Académico e ir en busca de los hermanos dispersos en esquinas de la patria, en el bajío, en los pliegues del bajío, en los girones de la selva o hasta en la mar. Desde hace cinco años, en la educación ambiental de este país hemos hecho una apuesta franca al concepto de Coloquio, que es un nosotros, por lo menos en lo que respecta a estudiantes y egresados de Programas Académicos. La historia de ese nosotros se la dejamos al Viejo Antonio, todavía sobreviviente de la mitología Zapatista y su poderos discurso chamánico, cotidiano y resplandeciente, al mismo tiempo:
El viejo Antonio decía que los primeros hombres y mujeres que poblaron estas tierras eran como la mayoría de los que están aquí, indígenas. Decía que al principio el trabajo que hacían estos hombres y mujeres era parejo repartido para todos y que después llegó el poderoso, el rico, y empezó a quedarse con el trabajo de cada uno.
“Empezó entonces una historia de dolor y de lucha a recorrer la tierra, la tierra que somos y que hoy llamamos México. Y dice que entonces uno empezó a hablar y a decir yo cuando empezó a nombrar su dolor, su rabia, su indignación. Y cuando empezó a decir ‘yo sufro, yo peno, yo tengo estos problemas’, es cuando aprendió a reconocerse a sí mismo como ser humano. Antes del yo no había nada. Y antes del yo que nació entonces no había explotación ni miseria. Cuando uno dice ‘yo’ dice un individuo, no dice un colectivo.
“Entonces dice el viejo Antonio que cuando decimos ‘yo’ nombramos esta historia. A partir de eso empezamos a aprender las otras palabras. Aprendemos a reconocer por la mirada y por el oído al otro que es diferente y lo nombramos ‘él’, ‘ella’. Pero seguimos siendo nada más nosotros, como un individuo, solos separados del resto. Y es hasta cuando abrimos no el oído, no la palabra, sino cuando abrimos el corazón que empezamos a reconocer en el ‘él’, en la ‘ella’, esos mismos dolores y esas mismas penas. Y dice el viejo Antonio que cuando el ‘yo’ encuentra al ‘él’ o al ‘ella’ y descubre que es el mismo el dolor que tiene, empieza a construir una palabra que es la más difícil de construir en la historia de la humanidad, que es la palabra ‘nosotros’.
“Cuando el ‘yo’ y el ‘él’ y el ‘ella’ se convierten en ‘nosotros’, entonces es cuando hay la oportunidad de que el dolor y la pena que hizo nombrar al ‘yo’, que hizo nombrar al ‘él’ o al ‘ella’, tienen la posibilidad de transformar el ‘yo’ en alegría.
Me encanta esta última palabra: alegría. La alegría debería ser el primer componente de cualquier educación; la escuela debe ser espacio de felicidad dice Manuel Quiles, aquí presente, y no de represión, persecución, evaluación o castigo. La alegría como algo que se comparte, que se enriquece o contagia al estar juntos, al convertirnos en nosotros, como algo que no se puede encerrar en uno, que siempre es con los demás. La alegría de estar juntos es lo que hace que esos locos de novela policiaca viajen hasta Gijón cada año. De hecho nos faltó esa palabra al enunciar el propósito, que ahora se la antepongo. El IIIColoquio Nacional de Estudiantes y egresados en Programas Académicos de Educación Ambiental que quedaría así:
Nosotros venimos con alegría a contribuir al desarrollo de la educación ambiental en México a través de intercambio de experiencias académicas, de intervención educativa y de investigación que comparten el objetivo de prevenir, contener y revertir los problemas ambientales y sociales, además de propiciar procesos que contribuyan a la construcción de una cultura hacia la sustentabilidad. El Coloquio es un espacio libre, abierto, flexible, participativo y democrático que promueva la elaboración crítica de discursos educativos a partir de las experiencias, investigaciones e intervenciones en educación ambiental.
Para seguir compartiendo la alegría va este video realizado por Oswaldo Escobar con la Memoria/ historia de los dos Coloquios anteriores (Distrito Federal y Teapa, Tabasco) y algunos recuerdos de acontecimientos de la educación ambiental en los últimos cinco años con actores y acciones que nos han unificado.
Quiero agradecer primero que nadie a todos los asistentes, que con sus propios recursos financieros, ganas, conocimiento, coraje, determinación y felicidad están aquí. También agradezco a las Unidades Mazatlán, Reynosa, Azcapotzalco y al Centro de Investigación para la innovación para la enseñanza y el aprendizaje y otros que se han sumado a este esfuerzo de puesta en común de lo que realizamos en los Programas Académicos de Educación Ambiental, a la Universidad de Guadalajara, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, A la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad de Artes y Ciencias del Estado de Chiapas, la Universidad Autónoma de Sinaloa y a la Secretaría de Educación del Estado que nos alberga.
En particular al Comité Organizador y en el lugar más grande al estimado Maestro Rincón (mi viejo Antonio), al Doctor Ramírez Jardines, Marco, Adelina, Nancy, Elba, Miguel, Ana Luisa, los Armandos, Javier, Oswaldo, Analí, Sonia, Antonio, Alma, Rubén, las Lucys, Daniel, Felipe, Efraín, Rodolfo, también a los panelistas y los más de cincuenta ponentes, del mismo modo, a los asistentes de distintos Estados de la República mexicana y las autoridades federales, estatales y locales.
Por último, va la última referencia literaria: en los años veinte del siglo pasado en los Estados Unidos, Scott Fitzgerald, escribió una de las grandes novelas de la época: El Gran Gatsby, sobre un arribista social apasionado de su amor juvenil, que organiza grandes fiestas los fines de semana para nunca ser visto en las mismas. Venimos, desde esa metáfora, a entregar la estafeta y la antorcha de la formación ambiental para las siguientes generaciones de educadores ambientales de más de quince estados de la República Mexicana.
Señoras y señoritas, caballeros, educadores ambientales formados en programas académicos, esta es su fiesta blanca, disfrútenla, prendan la antorcha y tomen la estafeta.
Muchas gracias y bienvenidos.

*Discurso leído el 22 de junio del 2012, en la inauguración del III Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas Académicos de Educación Ambiental, en Mazatlán, Sinaloa.

Biodiversidad y cultura escrita


Alejandro Barrera Retana

Exposición de la Ponencia en el III Coloquio
de Programas académicos en Educación Ambiental
Resumen
Planteo que la diversidad es un concepto importante no sólo para la ecología y el medio ambiente sino para la cultura en general y para la cultura escrita en particular. Gracias al concepto de diversidad evolucionó el sistema de escritura que tenemos y actualmente permite estudiar con mayor profundidad a la lectura en cuanto objeto de estudio. Diversidad es un concepto transdisciplinario.

Diversidad biológica y cultural
 No hay manera de escapar a una consideración de la diversidad cuando estudiamos –desde cualquiera de sus ángulos o facetas- la alfabetización: diversidad de sistemas de escritura inventados por la humanidad; diversidad de propósitos y de usos sociales; diversidad de lenguas en contacto; diversidad en la relación con el texto, en la definición históricocultural del lector, en la autoría y en la autoridad.

Emilia Ferreiro
El concepto de diversidad es un concepto clave en el discurso ecológico. Aunque no surge en los años 80, es en esa época cuando se populariza, en un congreso en los Estados Unidos (Pascual, 2010). Podemos apreciar que es un concepto bastante reciente, de finales del siglo pasado.

La biodiversidad o diversidad biológica alude a la variedad de formas de vida reunidas en un espacio determinado. En términos más precisos se le define “como la totalidad de genes, ecosistemas y especies de una región. Y suele estudiarse al menos en esos tres niveles de organización: el genético, el de especies y el ecológico” (Molina, 2010: 31).

Como sabemos, México es un país megadiverso, posee entre el 10 y 12% de la biodiversidad mundial reunida en una superficie de apenas el 1.4% de la superficie del planeta (Molina, 2010: 32-33). Es justo, por tanto, que reconozcamos esta biodiversidad y nos sintamos orgullosos de la misma. Sin embargo, también es necesario celebrar y valorar la riqueza cultural que emerge de estas condiciones naturales, y que desafortunadamente no siempre es ponderada y valorada en forma adecuada, sino por el contrario subestimada y relegada.

La destrucción de las selvas del sureste mexicano es una clara muestra de lo anterior. La frontera agrícola creció a expensas de las selvas y los bosques, pasó de 9.36 millones de hectáreas (Ha) a 14.49 millones, entre 1960 y 1980 (Toledo et al., 1987: 22). Después la ganadería absorbió estas tierras improductivas y de escasa vocación agrícola y extendió su dominio en más de un 80%, con lo cual convirtió a Veracruz, Tabasco y Chiapas, sobre todo a esta última “en un gigantesco potrero” (Toledo et al., 1987: 26).

Por si fuera poco, la destrucción de la biodiversidad nacional arroja resultados devastadores. Dice Toledo (et al., 1987: 48) en forma contundente:

Por cada hectárea dedicada a producir de 0.5 a 1 cabeza de ganado al año, la nación pierde alrededor de 250 especies de plantas y unas 200 de animales, que conforman un potencial forestal, alimenticio, medicinal, industrial, doméstico y por supuesto forrajero, perdido para siempre.

La destrucción de la biodiversidad pasa por la subvaloración o el desconocimiento de la diversidad cultural. El conocimiento ancestral de indígenas y campesinos de nuestro país ha sido desechado para imponer un modelo de explotación basado en la destrucción de la diversidad. Nuestros grupos étnicos autóctonos poseen un conocimiento desarrollado durante cientos de generaciones que reconoce las características de los ecosistemas y aprovecha en forma sustentable todos sus recursos. En cada región del país existen ejemplos notorios de este tipo de saberes y de prácticas.

En el norte, en los ecosistemas desérticos los grupos indígenas que habitan esas zonas poseen un conocimiento tan profundo y aprovechan en forma tan excepcional sus recursos que sólo en el estado de Sonora reconocen más de 200 plantas comestibles; emplean las semillas de un pasto marino; cultivan especies adaptas a la sequía como el frijol tepario y aprovechan especies silvestres como las calabacillas, los tubérculos perennes y los quelites (Toledo et al., 1987: 97-98).

En las zonas templado-subhúmedas, por citar sólo un ejemplo más, la tradición indígena y campesina se caracteriza por el empleo de una estrategia que combina el uso integrado de especies, bosques, suelos y cuerpos de agua, que resulta extremadamente productiva y se concreta en dos prácticas agrícolas exitosas y adecuadas a este entorno: la agricultura de terrazas y el sistema de chinampas (Toledo et al., 1987: 87-90).

Con estos ejemplos queda claro que la diversidad natural produce la diversidad cultural, pero que sin ésta no puede sobrevivir la primera. La diversidad natural requiere de la cultural. Es válido celebrar la diversidad biológica, pero es necesario y urgente reconocer y valorar la diversidad cultural. Es el mejor camino para preservar la biodiversidad. Éste es el punto que quiero enfatizar en este momento. Todos los esfuerzos que se hagan por recuperar, actualizar, difundir y revalorar los conocimientos tradicionales de nuestros pueblos autóctonos serán pocos en pro de salvar la diversidad de nuestros ecosistemas.

Pero quiero dar un paso más y agregar que la preservación cultural no debe ser vista sólo como un medio para defender la biodiversidad, sí lo es pero no sólo es eso. Debe concebirse como un fin en sí misma. Como el derecho que tiene cada cultura de existir sólo por ser una expresión humana, por ser una visión única y diferente del mundo y de la relación que ese pueblo mantiene con el resto del mundo, sea éste natural o socio-cultural.

Celebrar la biodiversidad y luchar por preservarla debe ampliarse a luchar por la diversidad cultural y social. Y en México es todavía hoy, en el siglo XXI, un pendiente y una deuda con muchos de los grupos étnicos con quienes compartimos, inequitativamente e injustamente, para ellos, nuestro país.

Llegados a este punto y una vez que hemos transitado de la diversidad biológica a la diversidad cultural, de su interrelación y de la necesaria reivindicación de esta última, propongo extender ahora la reflexión sobre la diversidad a un ámbito más especifico de la cultura, la cultura escrita y, dentro de ésta, primero a la escritura y su desarrollo hasta el alfabeto, y luego a la lectura, a los diversos enfoques que han surgido para estudiarla.

La escritura y su contexto
En este aspecto sólo quiero recoger y difundir los planteamientos que realizó Emilia Ferreiro, por lo que seré bastante breve. En una ponencia sobre esta misma temática, Ferreiro (2002) planteó algunas ideas bastante originales sobre la forma en que la diversidad cultural, plurilingüística, diría ella, modificó el desarrollo de la escritura y originó nuestra escritura alfabética.

La escritura cuneiforme fue inventada por los sumerios en el siglo IV a. C. y evolucionó de un sistema pictográfico a uno logográfico, más abstracto, que alude a conceptos, y no sólo a imágenes de cosas u objetos, y después a uno logosilábico, en el cual se representan las sílabas del lenguaje hablado (Wolf, 2008: 51-52).

1500 años después, cuando el sumerio ya no se hablaba, los acadios heredaron y continuaron el sistema de escritura sumerio, adaptándolo a su propia lengua, pero conservando muchos de los logogramas sumerios (Wolf, 2008: 58-59).

El acadio era una lengua silábica por lo que fácilmente desarrolló una escritura logosilábica, sin embargo, su afán por conservar los antiguos logogramas sumerios los obligó a desarrollar un sistema más complicado:

un sistema silábico <puro> para el acadio habría implicado renunciar a los antiguos logogramas sumerios y a sus lazos con el pasado, algo inaceptable para los acadios. Con el tiempo, se llegó a un compromiso lingüístico utilizado a menudo por otras lenguas. El sistema de escritura acadio conservó parte de los logogramas sumerios para los conceptos importantes de uso común, como <rey>, pero tradujo el resto al sistema silábico. De esta manera, la lengua y la cultura sumeria sobrevivieron –un motivo de orgullo para la cultura acadia-, aunque el sistema de escritura fue más complejo (Wolf, 2008: 60).

Estos préstamos, transferencias y adecuaciones son un ejemplo de la diversidad lingüística en la que se desarrolló el primer sistema de escritura de la humanidad. Los acadios enriquecieron la escritura cuneiforme al incorporar las características de su propia lengua hablada y, simultáneamente, se esforzaron por conservar la herencia sumeria. La diversidad, lingüística, se constituye, así, en un elemento fundamental que abona poco a poco en la evolución del sistema escrito.

Además, los acadios no fueron los únicos que emplearon la escritura sumeria, “al menos quince pueblos, incluidos los primeros persas y los hititas, adoptaron la escritura cuneiforme sumeria” (Wolf, 2008: 58). Lo que nos habla, nuevamente, de contextos plurilingües en los que los préstamos lingüísticos seguramente enriquecieron las diversas lenguas y éstas, a su vez, aportaron elementos y novedades al sistema de escritura.

Durante mil años más este evento siguió repitiéndose. La escritura se extendió por toda Asia y Europa y los diversos pueblos la adaptaron a sus propias lenguas. La escritura evolucionó en un contexto de enorme diversidad lingüística y pasó de un sistema pictórico hasta uno silábico, para, al final, culminar con el desarrollo del alfabeto.

Pero antes de explicar la invención del alfabeto, me gustaría hacer un paréntesis para aclarar que la concepción evolucionista de la escritura, que va desde el sistema pictográfico hasta el alfabeto, ya ha sido abandonada por los principales teóricos. Ahora se sostiene que cada sistema de escritura responde a las condiciones sociales y culturales de donde emerge, de tal forma que la escritura maya o azteca son escrituras por derecho propio, porque servían para los fines comunicativos de tales sociedades y no pueden considerarse escrituras truncas o inferiores por no alcanzar el sistema alfabético. Si no se desarrollaron más fue porque no lo necesitaban, porque servían a los usos para los que estaban destinadas, eran adecuadas para las sociedades y culturas que las requerían.

El alfabeto, por su parte, se originó en ese contexto plurilingüístico al que hemos aludido. Después de tres mil años, la escritura sumeria evolucionó hacia un sistema silábico y, con base en préstamos y traducciones, encontramos a los fenicios con una escritura consonántica, parcialmente alfabética, dado que hablaban una lengua semítica en la que las vocales no tenían un peso significativo. Nuevamente vemos aquí como cada sistema de escritura evoluciona en función de las características lingüísticas y culturales del pueblo que la emplea.
Los griegos heredan o asimilan la escritura fenicia y la adaptan a su lengua, una lengua indoeuropea donde las vocales tienen una función importante. Avanzan el sistema consonántico hasta incluir a las vocales. Pero no lo hacen, como cuenta la historia oficial, movidos por ese gran “genio griego” que inmediatamente observa lo que les faltaba a los fenicios. No, lo hacen por accidente, por problemas de traducción de una lengua a otra, ellos oyen una vocal donde los fenicios pronuncian una consonante: “un malentendido básico habría tenido lugar en el momento de creación de la escritura alfabética: el malentendido típico que se produce siempre entre hablantes que no comparten el mismo sistema fonético” (Ferreiro, 2002: 76).

El alfabeto, por tanto, se construye entre confusiones, préstamos y traducciones, es un producto de la diversidad, en este caso, de la diversidad lingüística, “se inventa también gracias al contacto y la diferencia entre las lenguas. De hecho, problemas de traducción (con asimilación deformante) parecen estar en el origen” (Ferreiro, 2002: 75).

La diversidad se encuentra en la base del éxito de la escritura sumeria y acompaña su evolución hasta el alfabeto. La diversidad nos ofrece una explicación distinta de su invención: no fue el famoso genio griego, fueron las adaptaciones, transformaciones y usos que hablantes de distintas lenguas realizaron sobre un mismo sistema de escritura.

Lectura y diversidad
El siglo XX es el siglo del estudio de la lectura. Hubo algunas investigaciones pioneras a finales del siglo XIX, pero es a principios del siglo pasado y principalmente a finales de esa centuria cuando se realizan los estudios más importantes sobre este tema. El primer trabajo sobre la lectura, Psychology and Pedagogy of Reading, lo elabora Edmund Burke Huey en 1908. Su investigación abarca desde los procesos perceptivos de la lectura hasta la comprensión lectora, pasando por el reconocimiento de las palabras. Después de esta primera brillante y prometedora etapa de investigación, encabezada por Huey, Emile Javal y otros destacados investigadores, la lectura vive un periodo oscurantista promovido por el conductismo que va desde 1920 hasta 1960, lapso durante el cual la lectura no constituye un objeto digno de investigación (Vieiro y Gómez, 2004: 3-5).

Chomsky inicia la crítica del conductismo a finales de los 50s e investigadores como Hilary Putnam y Jerry Fodor en los 60s contribuyen al regreso del enfoque cognitivo en la psicología. Para la siguiente década Kintsch y van Dijk lideran el boom en los estudios sobre los procesos de lectura. Continúa este interés en los ochentas, pero centra su atención en la estructura de los textos y en las variables que afectan al lector. Finalmente, para la última década el foco de interés son las técnicas de procesamiento (Vieiro y Gómez, 2004: 6-8).

Este enfoque pretende saber cuáles son los procesos cognitivos implicados en la lectura, es decir, cómo leemos o qué hacemos para leer. De acuerdo con esta perspectiva, iniciamos con los procesos perceptivos, después reconocemos las unidades léxicas o palabras, posteriormente identificamos las estructuras sintácticas, más adelante realizamos el procesamiento semántico-pragmático y, como resultado de estos cuatro niveles, construimos una representación o modelo mental del texto (Vieiro y Gómez, 2004: 25).

Habría que aclarar que estos cuatro niveles de procesamiento no se realizan en forma secuencial y ordenada como parece indicar la descripción anterior, no avanzan de los elementos simples a los complejos (modelo ascendente), ni de los elementos complejos a los simples (modelo descendente), sino que operan en forma interactiva, van de lo simple a lo complejo y viceversa (modelo interactivo) (Vieiro et al., 1997: 24-26). Vega (2001: 432) lo explica de la siguiente manera:

El procesamiento en un determinado nivel depende de los datos aportados por los niveles inferiores, pero a su vez los niveles más semánticos generan anticipaciones plausibles que facilitan la eficiencia de los inferiores. En realidad, la concepción interactiva prescinde de la supuesta disposición serial y postula un procesamiento en paralelo en varios niveles que se benefician mutuamente de la información que sintetizan.

A mediados de los años 80 surge un nuevo enfoque sobre la lectura, el enfoque histórico-cultural o socio-cultural. Esta perspectiva pretende trascender el enfoque individualista del paradigma cognitivo, el cual concibe al lector como un sujeto abstracto que se enfrenta al texto en forma aislada y sólo como un ente racional.

Esta nueva concepción plantea que el acto de leer, y también de escribir, se realiza mediante prácticas concretas, a partir de ciertos usos y en determinados contextos que estimulan o inhiben este tipo de eventos. Kalman (2004: 30) dice al respecto: “La lectura y la escritura siempre ocurren en contextos específicos, en situaciones complejas, en dimensiones interactivas, históricas, interpretativas, políticas e ideológicas”.

Aprender a leer desde esta posición tiene que ver no sólo con aprender las habilidades y los procesos cognitivos necesarios, también implica conocer los usos y las prácticas validadas socialmente: “La gran división en materia de cultura escrita no se encuentra entre los que saben leer y escribir y los que aún no han aprendido a hacerlo, sino entre los que han descubierto qué tipos de cultura escrita valora la sociedad y cómo demostrar su competencia a modo de recibir reconocimiento…” (Meek, 2004: 20).

Con este enfoque se abre la puerta a la diversidad en el estudio de la lectura. Diversidad de lecturas, de textos, de lectores, de prácticas. Se rompe con una visión estrecha y única en la que la lectura sucede sólo de una forma y por un cierto tipo de actores. El concepto de diversidad subyace en esta propuesta y enriquece la investigación de este objeto de estudio. El enfoque comunicativo, que se adoptó para el Área de Talleres en el cambio del plan de estudios, retoma esta idea de ampliar el tipo de textos, no sólo literarios, de incluir diversas prácticas, más ligadas con los usos reales, de incluir al enunciador, al enunciatario, al texto y al contexto.

Sin embargo, esta perspectiva no descalifica o sustituye al enfoque anterior, sólo lo completa, le añade aspectos y miradas excluidas de la atención científica. Las propuestas fundamentales del enfoque cognitivo siguen siendo válidas, sólo que ahora se amplía la perspectiva y se integran nuevos elementos. El reconocimiento de la diversidad es la base de esta propuesta, pero también su mejor línea de desarrollo, con base en ella se investigan otras posibilidades y otros usos de la lectura, algunos nuevos, otros no tan nuevos pero si ignorados o relegados.

Un paso más en la aceptación y el trabajo con la diversidad lo realizan los Nuevos Estudios sobre Literacidad. En este enfoque se estudia no sólo lo que debe ser la lectura, sino lo que es, no sólo a los “buenos” y “malos lectores”, sino también a los “no lectores”. Este enfoque surge en la década de los 90 y se nutre tanto de la Etnografía de la Comunicación como de las ideas de Vygotski sobre la cognición situada. De acuerdo con esta perspectiva, leer y escribir son actividades humanas situadas personal y socialmente, por lo que “cada individuo se las apropia en un proceso de enculturación que es particular, íntimo y creativo” (Aliagas et al., 2009: 99).

Dos conceptos fundamentales de esta propuesta son práctica letrada e identidad lectora. La primera noción la define como las actividades y patrones mediante los cuales los sujetos conciben y manejan los textos escritos en su vida y distingue dos tipos: prácticas dominantes y prácticas vernáculas. Las primeras son todas aquellas que están legitimadas, promovidas y aceptadas por una institución (como la escuela), mientras que las segundas son prácticas privadas, aprendidas informalmente y sin una validación institucional. La identidad lectora, por otro lado, se define como la concepción que cada sujeto elabora sobre la lectura y sobre su papel como lector, la cual construye a través de la interacción con la comunidad lectora a la que pertenece (Aliagas et al., 2009: 99-100).

Con estos conceptos, este paradigma aborda de forma novedosa las resistencias a la lectura y la escritura, principalmente de muchos de nuestros jóvenes, y explica de diferente manera el desinterés lector. Proponen entender y atender los problemas de lectura dentro de la personalidad total del sujeto, como una parte de su vida: “la lectura no es una actividad desunida de la vida social, ni ajena a las rutinas y a las relaciones interpersonales de los individuos. En este sentido, los vínculos afectivos que construimos con los textos están conectados con esos anhelos y desengaños personales que van apuntalando nuestras biografías lectoras y sociales” (Aliagas et al., 2009: 100).

Al abordar el desinterés lector y el rechazo a la lectura desde otra perspectiva, se desculpabiliza a los “no lectores” y se elabora un discurso más preocupado por explicar que por estigmatizar. De hecho, empieza por redefinir el concepto “no lector”. Descubre que muchos “no lectores”, son “no lectores” de textos académicos, sujetos que no realizan prácticas dominantes de lectura, que se asumen como “no lectores”, pero son lectores de textos no canónicos, usuarios de prácticas vernáculas, sujetos que realizan regularmente lecturas útiles para su vida laboral, personal y emocional, que la cultura escrita en general se encuentra asociada estrechamente a su vida, más de lo que se podría imaginar (Aliagas et al., 2009: 105-107).

Esta propuesta se abre más a la diversidad, de textos, de lectores, de prácticas. Reconoce y valora otros usos. Avanza un poco más que el enfoque anterior. Incluye el aspecto emocional en la lectura, ya no sólo el intelectual, no se trata nada más de comprender también tienen que ver los rechazos, las filiaciones, los prejuicios, el entusiasmo. A partir de estos elementos se elabora una nueva interpretación sobre la apatía lectora: ¿qué textos abarca? ¿qué prácticas incluye? ¿de dónde surge? ¿cómo ha evolucionado?

Conclusiones
Espero que este recorrido nos permita reconocer que la diversidad es un concepto transdisciplinario:
 que no pertenece sólo a la biología, la ecología, ni siquiera al discurso ambiental.
 que es importante para repensar y revalorar a los diferentes grupos y culturas humanos. 
 que forma parte de la cultura escrita de múltiples maneras:
 ayudó a la evolución de la escritura
 permitió el surgimiento del alfabeto
 subyace en los diferentes enfoques que estudian la lectura

Por todo ello, los nuevos enfoques son importantes porque aceptan la diversidad como el elemento decisivo de las prácticas letradas, sin cuya consideración es difícil avanzar en el conocimiento presente y futuro de este objeto de estudio.

La diversidad atraviesa todos estos campos y fructifica la reflexión en torno a ellos, es el sustrato que los determina pero también es el producto que se obtiene.

Bibliografía
Aliagas, Cristina, et. al. (2009), “ „Aunque lea un poco, yo sé que soy listo‟. Estudio de caso sobre un adolescente que no lee literatura”, Revista OCNOS, núm. 5, pp. 97-112.

Ferreiro, Emilia (2002), Pasado y presente de los verbos leer y escribir, México, Fondo de Cultura Económica.

Kalman, Judith (2004), Saber lo que es la letra. Una experiencia de lectoescritura con mujeres de Mixquic, México, Siglo XXI.

Meek, Margaret (2004), En torno a la cultura escrita, México, FCE (Espacios para la lectura).

Molina Frearner, Francisco (2010), “Riqueza incomparable” en ¿cómo ves?, año 12, Núm. 136, marzo, pp. 30-33.

Pascual Trillo, José Antonio (2010), Tierra Viva,
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Toledo, Víctor Manuel et al. (1987), Ecología y autosuficiencia alimentaria, México, Siglo XXI.

Vega, Manuel de (2001), Introducción a la psicología cognitiva, Madrid, Alianza.

Vieiro Iglesias, Pilar et al., (1997), Procesos de adquisición y producción de la lectoescritura, Madrid, Visor.

Vieiro Iglesias, Pilar e Isabel Gómez Veiga (2004), Psicología de la lectura, Madrid, Pearson Prentice Hall.

Wolf, Maryanne (2006), Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, México, Ediciones B.

El regreso a la posmodernidad: elaboración de un marco de referencia en torno a la intervención en educación ambiental


Nancy Virginia Benítez Esquivel*
Alma Lilia Cuevas Núñez**
María Edith Corona Escalante***

Resumen
En 1998, con el artículo: “La educación ambiental entre la modernidad y la posmodernidad: en busca de un marco educativo integrador” Lucie Sauvé planteaba que en los años noventa la educación ambiental había retrocedido en la orientación hacia la posmodernidad y se volvía naturalista, ecologista y conservacionista por el ascenso de un discurso oficial apegado al desarrollo sustentable. En ese retroceso, este campo perdía la frescura y diversidad que había ganado en los años ochenta sobre la base de un relativismo filosófico que impulsaba al reconocimiento de las circunstancias y saberes ambientales locales, de esfuerzos novedosos y de propuestas integrativas.

En el seno de la Maestría en Educación Ambiental que imparte la Unidad 095 de la Universidad Pedagógica Nacional, sobre la base de la experiencia en la formación de educadores ambientales, y como parte de un proyecto de investigación hemos asumido la necesidad de conformar un marco teórico para la intervención en educación ambiental. En esta ocasión presentamos los primeros planteamientos de esa construcción: la intervención que realizan nuestros estudiantes vehicula el retorno a la posmodernidad al poner en praxis a la educación ambiental y promover con ella un diálogo de saberes entre sujetos diversos en distintos ámbitos.

Introducción. El proyecto
Con el objeto de proponer modelos fundamentados de intervención en educación ambiental para los ámbitos formal y no formal, en marzo de 2012 la unidad 095 Azcapotzalco propone para su registro, el proyecto: La intervención en educación ambiental, en el cual colaboramos profesoras, egresadas y estudiantes de maestría. Para desarrollar en dos años, nos propusimos los siguientes objetivos específicos:

  • Construir un marco referencial de la intervención en la educación ambiental.
  • Indagar métodos y técnicas para la recuperación, sistematización, análisis y evaluación de experiencias de intervención educativa acordes con la educación ambiental en los ámbitos formal y no formal.
  • Fortalecer la recuperación, análisis y evaluación de las experiencias de intervención de los estudiantes y egresados de maestría que se encuentran en el proceso de elaboración de su tesis, a través de estrategias de trabajo curricular y extra curricular.
  • Analizar las experiencias de intervención documentadas en tesis de Maestría para identificar factores de éxito relacionados con el diseño y desarrollo de las mismas.
  • Delinear modelos de intervención en educación ambiental para los ámbitos formal y no formal.
Cada uno de estos objetivos corresponde a una fase del trabajo, para cuyo  desarrollo hemos planteado estrategias diversas entre las que cabe desatacar el trabajo en seminario, pues es el espacio presencial de discusión en el que se discuten textos y se organiza el trabajo. Esta estrategia se apoya en el uso de tecnología, por ejemplo en el uso de herramientas para trabajo compartido y comunicación a distancia. Fuera de esta tenemos dos tipos de estrategias más: la organización de conferencias de expertos en las que participamos como público y aquéllas en las que nosotros intervenimos, como el III Coloquio de estudiantes y egresados de programas académicos en educación ambiental.

Cabe subrayar que este proyecto nace de la necesidad de documentar y sustentar el trabajo que se desarrolla en la maestría, especialmente en la línea de formación específica y en la tutoría de tesis. En este proceso es donde, percibimos, se lleva a cabo un importante diálogo académico no sólo entre los sujetos involucrados, sino que incluye autores, vertientes, posturas de educación ambiental y de discursos asociados a ella. En las tesis se esbozan y a veces concretan discusiones, decisiones, planteamientos, intentos, orientaciones que parecen desbordar lo escrito sobre educación ambiental, contravenir posturas dominantes o ceñirse a ellas con el acuerdo o desacuerdo de los integrantes del colegio.

La primera fase
La primera fase consiste en la elaboración de un marco referencial que conjunte aquellas ideas en las que paulatinamente nos hemos movido al promover la formación de los estudiantes a través de la intervención. Para ello ha resultado enriquecedor volver a mirar el texto de Lucie Sauvé: “La educación ambiental entre la modernidad y la posmodernidad: en busca de un marco educativo integrador”, que a estos momentos y para efectos de este trabajo nos permite identificar cuatro núcleos a partir de los cuales organizar las ideas:

  1. La concepción de medio ambiente que, como ella ha planteado, puede tener diversas connotaciones; esta concepción guía la forma en que se concibe la educación ambiental. En nuestro caso, preferimos mirar al ambiente como el resultado de las interacciones entre el medio biofísico y el social, mediado por la cultura en un momento histórico. (Alba, 2006)
  2. La discusión acerca de si la educación ambiental debe aspirar al desarrollo sustentable o si debe mirar la sustentabilidad y por supuesto, el significado de ello para la educación ambiental, pues es necesario discutir cómo la educación ambiental puede contribuir. Desde la visión de ambiente como interacción mediada por la cultura resultan muy pertinentes los señalamientos, por ejemplo,  de Eduardo Gudynas (2009) en torno a la sustentabilidad débil, fuerte y súper fuerte.
  3. El problema de la práctica de la educación ambiental. Así lo señala Sauvé y nosotros asumimos que es el asunto central, en la formación de educadores ambientales. En esta postura se enmarca la discusión actual de si los posgrados en este campo pueden aspirar sólo a la formación a través de la investigación. Desde nuestro punto de vista, no es suficiente que el educador ambiental investigue (lo cual no niega que sea necesario) en torno a un objeto de estudio. Es importante que la investigación sea parte de un proceso de educación ambiental, que éste sea el objeto y se intente la producción de conocimiento respecto del propio proceso. De la misma forma, esta discusión incluye planteamientos acerca de los propósitos, los contenidos, las actividades y los recursos, así como del proceso curricular en su conjunto desde la planificación hasta la evaluación. Con este énfasis en la práctica, la educación ambiental conjuga mejor sus dos elementos constitutivos, sin dejarse ir sólo a lo ambiental.
  4. La posmodernidad. Aquí un pensamiento clave de Lucie Sauvé que interesa recuperar en detalle. La educadora canadiense plantea que en los años ochenta la educación ambiental había entrado gradualmente en la posmodernidad y en los noventa, reducida a una herramienta para el desarrollo sustentable, hay un retroceso, hay un vuelco a la modernidad. Cabe detenernos en la distinción de los paradigmas de modernidad y posmodernidad, puesto que en ella se basa nuestra principal tesis: la formación de educadores ambientales que ofrece la Unidad 095 responde al paradigma de la posmodernidad.
Dice Lucie Sauvé:

… la modernidad se caracteriza por su creencia en el progreso, asociado  a la explosión del conocimiento científico y las promesas de la tecnología. Es un crisol para el desarrollo de las principales teorías unificadoras (…) y la búsqueda de principios organizadores que contienen valores universales. (Sauvé, 1998: 9)

Propios de la modernidad son una epistemología positivista basada en la búsqueda de la objetividad y la racionalidad instrumental, una ética antropocéntrica en la que la democracia es el instrumento de la libertad. Ante el derrumbe las expectativas modernas, Sauvé identifica cuatro tipos de reacción: el conservacionismo, el reformismo, el nihilismo y el transformismo. La educación ambiental nace precisamente como reacción a ese derrumbe, en sus inicios fue reformista (intentaba resolver y prevenir los problemas causados por el ser humano en los sistemas biofísicos.

En este surgimiento se propusieron modelos de intervención enfocados al “aprendizaje de la solución de problemas y de habilidades para la gestión ambiental en el marco de una educación científica y tecnológica, abierta a las realidades sociales y dirigida a cambiar el comportamiento de los ciudadanos”. Ello significó una alternativa a la educación para la conservación y una mirada al ambiente como problema global y multidimensional. Sin duda un paso importante en la construcción del campo.

Por su parte la posmodernidad se teje en un contexto de cambios, de abolición de los órdenes anteriores, de cuestionamiento y de búsqueda. No existe una concepción única de la posmodernidad, sino una rica diversidad de discursos y de prácticas. Entre éstas coexisten diversas manifestaciones de nihilismo (…) y de distintas propuestas transformacionistas (…). (Sauvé, 1998: 9)

En este punto la autora refiere que la educación en este paradigma adopta una postura epistemológica relativista (que toma en cuenta la interacción sujeto - objeto, es inductiva, socio-constructivista, crítica, reconoce la naturaleza compleja, única y contextual de los objetos de conocimiento. Sobre esta epistemología cabe subrayar:

La epistemología reconstructiva posmoderna valora el diálogo de los diversos tipos de conocimiento (científico, experiencial, tradicional, etc.) en los cuales la disciplina ya no es el principio organizador y cuyo criterio de validez radica en la relevancia para la transformación de las realidades, ya consideradas dentro de una perspectiva crítica. Más que una justificación a priori de las opciones teóricas y estratégicas, se prefiere un proceso dialéctico entre la teoría y la práctica y una evaluación continuada de los procesos. (Sauvé, 1998: 9)

A la par de una orientación epistémica orientada a la transformación, al proceso dialéctico que, desde nuestro punto de vista es el sentido de la evaluación, Lucie Sauvé apunta sobre la ética:

La educación posmoderna adopta una postura ética también relativista (donde se considera el contexto) y no antropocéntrica o individualista a priori, sino que corresponde a un proceso de discusión crítica entre los actores de una situación, con el fin de proporcionar bases para tomar decisiones contextualmente apropiadas. Aquí la democracia asume un significado totalmente diferente del que tiene la modernidad: el de una negociación por una participación para la transformación de las realidades sociales problemáticas. (Sauvé, 1998: 10)

Consideramos que la formación de educadores ambientales transita paulatinamente en el rumbo de la posmodernidad someramente dibujada hasta aquí. El tránsito ha implicado participar en la construcción de un camino y la resistencia a seguir por otro: para nosotros el desarrollo sustentable no es la aspiración, pero sí nos interesa la sustentabilidad, para nosotros el medio ambiente es más que naturaleza por conservar, es una interacción mediada por las culturas y determinada por el modelo civilizatorio desarrollista en crisis. Para nosotros la investigación debe ser parte de la intervención y ésta tiene que ser contextualizada y profesionalmente diseñada y evaluada, el marco de decisiones humanas situadas. 

Fuentes de consulta
Alba, M.et al (2006) Lineamientos estratégicos de educación ambiental para el desarrollo sustentable en áreas naturales protegidas de la CONANP. Cartel. México, CONANP/SEMARNAT.
Gudynas, E. (2009) “Desarrollo sostenible: posturas contemporáneas y desafíos en la construcción del espacio urbano”, en  Vivienda popular No. 18. Montevideo, Facultad de Agricultura.
Sauvé, L. (1999) “La educación ambiental entre la modernidad y la posmodernidad: en busca de un marco de referencia educativo integrador”; en: Tópicos en educación ambiental No. 2. México, Mundiprensa.

*Directora de la Universidad Pedagógica Nacional. UPN095 Azcapotzalco
** Asesora de la Universidad Pedagógica Nacional. UPN095 Azcaptozalco
*** Egresada de la Maestría en Educación Ambiental UPN095 Azcaptozalco