martes, 31 de julio de 2012

La estafeta y la antorcha: III Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas Académicos de Educación Ambiental*


Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán
El agua, entre los álamos,
pinta la hora, no el paisaje;
su rostro desleído entre las manos
copia un aroma, un eco…
(Colgaron al revés
ese cromo borroso de la charca,
con su noche celeste tan caída
y sus álamos hacia abajo,
y yo mismo, la cabeza en el agua
y el pie en la nube negra de la orilla.)
Llega —¿de dónde?— el tren;
corazón—¿de quién?— alargado,
oscuro y próspero, la vía
nos lo plantea = algo
más allá del alcance de los ojos.
Terremoto: llorando demasiado
los sauces salen al camino
como mujeres aterrorizadas.
Incendio: la luna, viento frío,
arrastra el humo de las sombras
hasta detrás del horizonte.
En el bosque, con tantos mármoles,
no queda sitio ya para las ninfas:
sólo Eco, tan menudita,
tan invisible y tan cercana.
Sólo una memoria sin nexo:
“cuéntalas bien
que las once son”.
Luego el castigo de la encrucijada
por el afán de haber querido
saber a dónde llevan todos los caminos:
1, al pueblo; 100, a la ciudad; 1000, al cielo;
todos de ti y ninguno a ti,
a tu centro impreciso, alma,
eje de mi abanico de miradas,
surtidor exaltado de caminos.
El agua, entre los álamos…
Gilberto Owen,
Poeta del grupo de los Contemporáneos,
nacido en el Rosario, Sinaloa
Estimados miembros del Presídium, maestros – maestras, educadoras y educadores ambientales, amigos todos, muchas gracias por apostar por el bien vivir y estar aquí en el Puerto de Mazatlán.
Tengo dos referencias, un tanto literarias, para iniciar estas palabras, la primera tiene que ver con el origen de lo que estábamos pensando cuando, en el 2007 decidimos iniciar las invitaciones para realizar el I Coloquio Nacional de Estudiantes y Egresados de Programas Académicos. Más bien tengo que decir ( para disculpar a mis compañeros de la Unidad) en que estaba pensando. Lo digo rápido y sin pudor: en la Semana de la Novela Negra en Gijón España. Sucede —para el que lo desconozca— que nuestro querido Paco Ignacio Taibo II, se le ocurrió hace muchísimo tiempo (más de quince años) congregar a los compañeros del gremio de escritores a que durante la última semana de julio de cada año, se reunirán a presentar libros, realizar mesas redondas, dar conferencias, premiar novelas, dialogar sobre cine negro y un largo etc. En la ciudad referida de Asturias, España, siempre la última semana de julio. Como sucede que en todo el mundo hay relato policiaco el evento llega, aproximadamente, a 73 mil visitantes en los que durante una semana se focalizan en el tema de policías , ladrones, cuartos cerrados con asesinato, cartas perdidas, etc. Todavía no somos tantos pero ahí vamos. La segunda referencia literaria la diré al final, si me lo permiten.
Son dos décadas las que se cumplen este año (1992- 2012) en que los Programas Académicos de Educación Ambiental se convirtieron al Posgrado, en un contexto—el de los noventa del siglo pasado en México— en que los conceptos de calidad, la evaluación, excelencia y formación docente ya sentaban sus reales en el Sistema Educativo Nacional. De todos ellos nosotros nos quedamos y lo seguimos haciendo con el de formación docente; hay que prepararse con los maestros para que los demás indicadores sucedan, se potencien y mejoren; se podrá evaluar a los maestros si y solo si se les forma, podrá aspirar a la calidad educativa, si y solo si, se les capacita a los docentes, podremos soñar con la excelencia y ser de las mejores educaciones del planeta, si y solo, si acompañamos institucionalmente a los docentes en sus procesos formativos. Digo más: solo podremos aspirar a educar en competencias (u otras propuestas teórico pedagógicas) cuando los maestros alcancen claridad y conciencia de que ese es el rumbo y lo asuman profunda y críticamente.
Pero sucede que la formación es necesaria no solo para maestros y educadores ambientales sino para otras disciplinas científicas. Por eso es necesario asomarnos a otras ventanas de desarrollo científico. El maestro Francisco Galván en 1985 daba cuenta de como en la Sociología en México, se ponderó, por sobre lo demás la formación y después la investigación en este campo social.
Hay quien ha sostenido que una disciplina social ( interdisciplina o indisciplina, para seguir a Marcos Reigotta en el caso de la educación ambiental),puede subsistir privilegiando la investigación. Por muy importante que sea la investigación, resulta insuficiente para tal efecto. El nivel teórico que debe alcanzarse y constituirse, y los cuadros científicos que influyen en esa tarea son también el resultado de la profesionalización, es decir, de la formación docente; de aquí que sin dejar de lado la importancia de la investigación (empírica general, teórica e histórico-concreta) afirmamos que un conjunto de teorías aparecen como institucionalizadas, solo a partir de que hay institutos de educación superior (universidades , escuelas superiores y tecnológicos ) que cuentan cuando menos con una esfera docente. (Todo campo de conocimiento debe contar) con una historia, que tiene que ver con la precisión del objeto y así con su propia definición; con una estructura conceptual propia que le distingue de otros saberes y le permite asimilar o no las distintas influencias teóricas. Esta historia tiene que ver con las influencias reciprocas y complejas entre la realidad viva y el pensamiento social-teórico, pero también con el proceso de institucionalización.
El mismo Sociólogo Galván asegura que estos son los tres criterios indispensables para entender un campo de conocimiento, como en nuestro caso es la educación ambiental: el desarrollo teórico, el histórico y el institucional. En los tres criterios los ahora convocados y presentes aquí en este bello puerto, tenemos mucho que decir en ponencias, talleres, paneles, visitas y platicas informa; es en los dos días por venir.
La historia no esta dada. No es un destino inevitable. Somos historia, porque estamos llamados a reflexionar, estudiar nuestras intervenciones a hasta llamarlas teoría (simples, provisiónales y de transición, como cualquier otra) y pertenecemos, a perpetuidad como es mi caso, a un Programa Académico, que nos alimentó y albergó en una parte importante de nuestra formación.
Estos, ha sido algunos de nuestros credos en estos cuatro lustros formar maestros, educadores ambientales y formarnos ambientalmente con ellos. Pero tenemos otros: nos tocó, primero en suerte y luego por convencimiento pleno, formar en educación ambiental. El inevitable destino de la educación ambiental será generalizarse, sólida y contundentemente por necesidad de sobrevivencia de la especie, por lo que cada vez será más necesario relacionar en forma local y global las crisis ambiental con todas y cada una de las acciones cotidianas que marcan nuestro estilo de vida como especie: qué comemos, porqué vestimos como vestimos, porque creemos en lo que creemos, que aspiramos, que envidiamos, que deseamos, porque estamos tan convencidos de nuestras mentiras, que tipo de participación tenemos, como reconstruimos nuestro entorno desde nuestros sentidos y concepciones, qué tipo de entretenimiento tenemos, como nos transportamos, como consumimos el agua, por quién votamos. Y preguntarnos insistentemente: ¿Este es el único sendero posible como especie? ¿Qué otras formas de entendernos y de relacionarnos con el entorno con el apellido de sustentabilidad (o sin él) están apareciendo como alternativas en planeta?
Para encontrar respuestas, decidimos romper el cerco institucional de nuestro Programa Académico e ir en busca de los hermanos dispersos en esquinas de la patria, en el bajío, en los pliegues del bajío, en los girones de la selva o hasta en la mar. Desde hace cinco años, en la educación ambiental de este país hemos hecho una apuesta franca al concepto de Coloquio, que es un nosotros, por lo menos en lo que respecta a estudiantes y egresados de Programas Académicos. La historia de ese nosotros se la dejamos al Viejo Antonio, todavía sobreviviente de la mitología Zapatista y su poderos discurso chamánico, cotidiano y resplandeciente, al mismo tiempo:
El viejo Antonio decía que los primeros hombres y mujeres que poblaron estas tierras eran como la mayoría de los que están aquí, indígenas. Decía que al principio el trabajo que hacían estos hombres y mujeres era parejo repartido para todos y que después llegó el poderoso, el rico, y empezó a quedarse con el trabajo de cada uno.
“Empezó entonces una historia de dolor y de lucha a recorrer la tierra, la tierra que somos y que hoy llamamos México. Y dice que entonces uno empezó a hablar y a decir yo cuando empezó a nombrar su dolor, su rabia, su indignación. Y cuando empezó a decir ‘yo sufro, yo peno, yo tengo estos problemas’, es cuando aprendió a reconocerse a sí mismo como ser humano. Antes del yo no había nada. Y antes del yo que nació entonces no había explotación ni miseria. Cuando uno dice ‘yo’ dice un individuo, no dice un colectivo.
“Entonces dice el viejo Antonio que cuando decimos ‘yo’ nombramos esta historia. A partir de eso empezamos a aprender las otras palabras. Aprendemos a reconocer por la mirada y por el oído al otro que es diferente y lo nombramos ‘él’, ‘ella’. Pero seguimos siendo nada más nosotros, como un individuo, solos separados del resto. Y es hasta cuando abrimos no el oído, no la palabra, sino cuando abrimos el corazón que empezamos a reconocer en el ‘él’, en la ‘ella’, esos mismos dolores y esas mismas penas. Y dice el viejo Antonio que cuando el ‘yo’ encuentra al ‘él’ o al ‘ella’ y descubre que es el mismo el dolor que tiene, empieza a construir una palabra que es la más difícil de construir en la historia de la humanidad, que es la palabra ‘nosotros’.
“Cuando el ‘yo’ y el ‘él’ y el ‘ella’ se convierten en ‘nosotros’, entonces es cuando hay la oportunidad de que el dolor y la pena que hizo nombrar al ‘yo’, que hizo nombrar al ‘él’ o al ‘ella’, tienen la posibilidad de transformar el ‘yo’ en alegría.
Me encanta esta última palabra: alegría. La alegría debería ser el primer componente de cualquier educación; la escuela debe ser espacio de felicidad dice Manuel Quiles, aquí presente, y no de represión, persecución, evaluación o castigo. La alegría como algo que se comparte, que se enriquece o contagia al estar juntos, al convertirnos en nosotros, como algo que no se puede encerrar en uno, que siempre es con los demás. La alegría de estar juntos es lo que hace que esos locos de novela policiaca viajen hasta Gijón cada año. De hecho nos faltó esa palabra al enunciar el propósito, que ahora se la antepongo. El IIIColoquio Nacional de Estudiantes y egresados en Programas Académicos de Educación Ambiental que quedaría así:
Nosotros venimos con alegría a contribuir al desarrollo de la educación ambiental en México a través de intercambio de experiencias académicas, de intervención educativa y de investigación que comparten el objetivo de prevenir, contener y revertir los problemas ambientales y sociales, además de propiciar procesos que contribuyan a la construcción de una cultura hacia la sustentabilidad. El Coloquio es un espacio libre, abierto, flexible, participativo y democrático que promueva la elaboración crítica de discursos educativos a partir de las experiencias, investigaciones e intervenciones en educación ambiental.
Para seguir compartiendo la alegría va este video realizado por Oswaldo Escobar con la Memoria/ historia de los dos Coloquios anteriores (Distrito Federal y Teapa, Tabasco) y algunos recuerdos de acontecimientos de la educación ambiental en los últimos cinco años con actores y acciones que nos han unificado.
Quiero agradecer primero que nadie a todos los asistentes, que con sus propios recursos financieros, ganas, conocimiento, coraje, determinación y felicidad están aquí. También agradezco a las Unidades Mazatlán, Reynosa, Azcapotzalco y al Centro de Investigación para la innovación para la enseñanza y el aprendizaje y otros que se han sumado a este esfuerzo de puesta en común de lo que realizamos en los Programas Académicos de Educación Ambiental, a la Universidad de Guadalajara, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, A la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad de Artes y Ciencias del Estado de Chiapas, la Universidad Autónoma de Sinaloa y a la Secretaría de Educación del Estado que nos alberga.
En particular al Comité Organizador y en el lugar más grande al estimado Maestro Rincón (mi viejo Antonio), al Doctor Ramírez Jardines, Marco, Adelina, Nancy, Elba, Miguel, Ana Luisa, los Armandos, Javier, Oswaldo, Analí, Sonia, Antonio, Alma, Rubén, las Lucys, Daniel, Felipe, Efraín, Rodolfo, también a los panelistas y los más de cincuenta ponentes, del mismo modo, a los asistentes de distintos Estados de la República mexicana y las autoridades federales, estatales y locales.
Por último, va la última referencia literaria: en los años veinte del siglo pasado en los Estados Unidos, Scott Fitzgerald, escribió una de las grandes novelas de la época: El Gran Gatsby, sobre un arribista social apasionado de su amor juvenil, que organiza grandes fiestas los fines de semana para nunca ser visto en las mismas. Venimos, desde esa metáfora, a entregar la estafeta y la antorcha de la formación ambiental para las siguientes generaciones de educadores ambientales de más de quince estados de la República Mexicana.
Señoras y señoritas, caballeros, educadores ambientales formados en programas académicos, esta es su fiesta blanca, disfrútenla, prendan la antorcha y tomen la estafeta.
Muchas gracias y bienvenidos.

*Discurso leído el 22 de junio del 2012, en la inauguración del III Coloquio Nacional de Estudiantes y egresados de Programas Académicos de Educación Ambiental, en Mazatlán, Sinaloa.

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